
Me da la sensación que cuando llego al cubículo donde desarrolla su tarea de secretario de la Casa, entra conmigo una ráfaga de fríos "vientos berlangueses", sin que yo los note a mi lado. Tenemos a mucha honra ser del borde de ambas Castillas, borde que nunca ha sido de separación sino de unión y mezcla.
Esa mezcla debió tener en mente el filósofo Don José Ortega y Gasset cuando escribió "El Espectador", bastantes años después de que viajara, a lomos de mula torda, por estas tierras de Sigüenza, Alcuneza, Horna, Medinaceli, Barahona, Barcones o Miedes, pueblos todos que cita. Pero intencionadamente no he mencionado uno: Romanillos. Resulta que Tomás Gismera nos presenta en su libro "Viaje a los antiguos oficios y tradiciones de Guadalajara" a Romanillos de Atienza, donde dice que se alojó Ortega en su viaje agosteño, y destino por tanto de la frase "una aldeita náufraga en un mar de espigas". (Esta parte del libro está reproducida en el número de Mayo 2009 de la publicación Arriaca, en la página de Internet de la Casa de Guadalajara)
Leyendo "El espectador", sin embargo, no cabe conclusión diferente a que en el camino de Medinaceli a Barahona de las Brujas, el pueblo donde la tormenta de agosto arreció era Romanillos de Medina. No obstante, Gismera asegura que ha visto fotos donde se muestra que Ortega donde se hospedó fue en el de Atienza.
Es muy posible que llegara a estar en los dos (uno entre Medinaceli y Barahona y el otro entre Barcones y Miedes). Cabe suponer que al escribir sus recuerdos al cabo de unos cuantos años, el mismo Ortega y Gasset tuviera una "memoria voluble" de ambos, y los mezclara; pero lo que sí tengo por seguro, una vez releido "El Espectador" es que la aldeita náufraga que está al otro lado del carrascal, visto desde el pueblo "alucinado y alucinante", es y puede ser solamente Romanillos de Medinaceli.